Cultura, Educación, Sociedad

Los nuevos ‘adolescentes’ tienen 60 años

Conviene hacer productivo a ese ejército que mayoritariamente cobrará pensiones del Bienestar, llámese ‘encore’, ‘legado’ o como quieran que se sea.

Si de los 12 a los 18 la gente sufre cambios… ¿Cómo califican lo que pasa de los 50 a los 70, ahora que vivimos tanto tiempo?

El asunto está poco atendido, pero parece cobrar fuerza. Fue abordado en un artículo de la revista The Atlantic llamado “The New Old Age”.

Algunos a esa edad buscan jubilarse. Otros están activos como directivos de empresas o en lo político. Xóchitl, Claudia y Marcelo, los tres aspirantes presidenciales punteros, ya pasan de los 60 y por ese hecho, tienen 50 por ciento de probabilidades de llegar a los 90.

¿Cómo está la mente a esa edad? ¿Quién los entrena para el largo periodo que sigue? ¿Qué buscan ahora quienes ya alcanzaron otras metas en su vida?

José Antonio Fernández quiere dejar un legado en FEMSA y Fernando González persigue un añorado grado de inversión en Cemex, pero en corto y como niños, uno presume aerogeneradores que alimentan los OXXO; el otro, apps de reparto estilo Uber y el reciclaje del cemento.

“Cuando jóvenes, tendemos a querer lo que otras personas quieren: las cosas que nos traerán afirmación, estatus y ganancias financieras. Pero en la fase ‘encore’, los estudiantes se ven obligados a pasar de perseguir los deseos extrínsecos que el mundo recompensa a perseguir sus deseos intrínsecos”, detalla The Atlantic en su texto escrito por David Brooks.

Explica que Stanford University creó un instituto para educar a una parte de la sociedad en esa etapa de su vida. Claro, a la parte que puede pagar a esta institución privada de California, conocida por su innovación tecnológica… y sus colegiaturas. Le llaman “Distinguished Career Institute”.

Stanford brinda acceso a cursos, una comunidad de apoyo, recursos de bienestar, exploración del significado de la vida, colaboración intergeneracional y una red activa de alumnos. Se concentra en tratar una etapa de transición, no de finalización, porque ante el avance de la ciencia, el final cada vez está más lejos de los sesenta.

Existe un paralelismo. Hace casi 100 años la gente empezó a estudiar y atender esa etapa de transición entre la infancia y la madurez en la que todos somos incomprensibles o de plano repulsivos. Ahora a los miembros de ese segmento poblacional los conocemos como teenagers o adolescentes y toda una industria los atiende.

¿Qué nombre debe tener esa etapa en la que entusiasman metas distintas a las profesionales? Algunos empiezan a denominarla justamente ‘encore’, un verbo que en inglés refiere un logro que supera al anterior.

“Hay una segunda lógica, más profunda en la vida, la lógica del don, que nos guía a medida que formamos relaciones importantes, servimos a quienes nos rodean y cultivamos nuestra humanidad plena. Ésta es una lógica de contribución, no de adquisición; rendición, no dominación. Es una lógica moral, no instrumental, y está llena de paradojas: hay que dar para recibir. Tienes que perderte para encontrarte”, advierte Brooks para The Atlantic.

¿Educar a las personas en esa etapa puede contribuir en lo económico? Es posible. ¿Qué tanta satisfacción conseguirían los ‘encore’ en entrenar a los niños en ciertas habilidades que ellos tienen?

Pero para conseguir que los maduros apoyen a los chicos es indispensable instruir a los primeros. Antes que nada, mediante el reconocimiento de esa necesidad de entrenamiento, como hoy damos por hecho la educación en la infancia.

La educación que está naciendo en Estados Unidos para adultos incluye en algunas universidades clases de escritura de memorias, en un interés autorreflexivo respecto a cómo quieren ser vistos. En Notre Dame, de plano, mandan a los alumnos a los cementerios a escribir su propio obituario.

México tuvo su “bono demográfico” en millones de niños y niñas nacidos desde los setenta hasta 2010. De entonces a la fecha, a decir de los datos de INEGI, vamos en ruta al pago de ese bono con filas de gente llegando a los 60 a razón de un millón por año.

Conviene hacer productivo a ese ejército que mayoritariamente cobrará pensiones del Bienestar, llámese ‘encore’, ‘legado’, o como quieran que se llame… hay que entrenarlo, pero no con colegiaturas como las de Stanford.